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Los cambios en las tendencias mundiales de las enfermedades y la necesidad de una mayor innovación médica

Febrero de 2016

Por Catherine Jewell, División de Comunicaciones, OMPI

El Dr. Peter Hotez es un experto de renombre internacional en el campo de las enfermedades tropicales desatendidas y la creación de vacunas.  Entre muchas otras funciones, ejerce la presidencia del Instituto de Vacunas Sabin de Houston, Texas (Estados Unidos de América), uno de los más de cien miembros de WIPO Re:Search, la iniciativa de salud mundial de la OMPI, y es miembro y decano fundador del Instituto Nacional de Medicina Tropical.  En 2015, el Departamento de Estado le nombró Embajador Científico de los Estados Unidos.

El Dr. Hotez nos desvela por qué las enfermedades tropicales desatendidas suponen un enorme problema no solo para los países en desarrollo sino también para los países desarrollados, y nos explica cómo los científicos y los encargados de la formulación de políticas – así como la OMPI – pueden colaborar para acabar con algunas de las enfermedades más debilitantes del mundo.

¿Qué son las enfermedades tropicales desatendidas?

La ascariasis es el tipo más común de infección por lombrices
intestinales (arriba).  Se estima que afecta a mil millones de personas
en el mundo (foto: Sabin Vaccine Institute/Esther Havens).

El concepto de las enfermedades tropicales desatendidas fue acuñado tras la creación, en el año 2000, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.  En aquel momento, el VIH/SIDA, el paludismo y la tuberculosis eran los campos de acción prioritarios, pero, a la luz de la inmensa carga de morbilidad que representaban las enfermedades parasitarias, mis colegas y yo emprendimos iniciativas a escala mundial para que varias de las enfermedades más comunes, crónicas y debilitantes fueran reconocidas como enfermedades tropicales desatendidas.  Lo que pretendíamos era llamar la atención sobre el sufrimiento humano que causan estas enfermedades y conseguir la financiación necesaria para desarrollar nuevas terapias más eficaces para combatirlas.

En la actualidad, la lista de enfermedades tropicales desatendidas contiene al menos 17 infecciones parasitarias crónicas y conexas reconocidas por la Organización Mundial de la Salud.  Casi todas las personas que viven en la pobreza han contraído como mínimo una de estas dolencias.  Las enfermedades tropicales desatendidas son enfermedades de la pobreza, del estigma social y de los conflictos.  Suelo definirlas como el motivo por el que los mil millones de pobres más pobres del mundo no consiguen salir de la pobreza.

¿Qué avances se han alcanzado en el tratamiento de las enfermedades tropicales desatendidas?

En los últimos 15 años hemos logrado una incidencia significativa gracias a la utilización de “paquetes de efecto rápido” compuestos de fármacos genéricos a bajo costo o medicamentos donados por multinacionales farmacéuticas, como la azitromicina (Pfizer), la ivermectina (MSD) y el praziquantel (Merck KGaA).  Calculamos que, hasta la fecha, alrededor de mil millones de personas ya han recibido estos tratamientos en países de ingresos bajos y medianos.  En algunos casos, nuestros resultados están a la altura de los logros alcanzados en el campo del VIH/SIDA, el paludismo y la tuberculosis, y estamos muy cerca de eliminar el tracoma, la filariasis linfática, la oncocercosis y la ascariasis.  No obstante, no hemos conseguido los mismos resultados en otros productos farmacológicos destinados a combatir otras enfermedades tropicales desatendidas, como la anquilostomiasis o la esquistosomiasis.

A pesar de todos los éxitos cosechados, sigue siendo preocupante que se subestimen todas las consecuencias de las enfermedades tropicales desatendidas.  Por ejemplo, estas dolencias representan una carga de morbilidad oculta que suele atribuirse a las enfermedades no transmisibles (ENT).  Es lo que sucede con la infección por Schistosoma haematobium en el África subsahariana.  Según un artículo publicado por la revista científica Acta Tropica, cada día los huevos del parásito esquistosoma se depositan en la vejiga de 112 millones de personas en África y producen 70 millones de casos de hematuria (sangre en la orina), 18 millones de casos de patología grave de la pared vesical, 9,6 millones de casos de hidronefrosis, 1,7 millones de casos de disfunciones renales, un tercio de todos los cánceres de vejiga en el África subsahariana y 150.000 muertes por fallo renal o cáncer de vejiga.  El problema radica en que estas dolencias a menudo se clasifican como enfermedades renales no transmisibles y no como enfermedades tropicales desatendidas.

Asimismo, los estudios demuestran que la esquistosomiasis genital femenina -probablemente la afección ginecológica más frecuente en África, que afecta a decenas de millones de chicas y mujeres – es uno de los cofactores más importantes del VIH/SIDA en el continente africano, y aun así es casi completamente desconocida.

Es más, el anquilostoma es la causa subyacente de la anemia por carencia de hierro tan frecuente en el mundo.  Cuantos más gusanos parasiten a la persona afectada, mayor será su pérdida de inteligencia.  Los estudios demuestran que esta infección puede causar una disminución del 40% de la capacidad de una persona de generar ingresos.  También es una de las formas de morbilidad más frecuentes durante el embarazo en el África subsahariana.

¿Cuáles son los principales desafíos?

Tal vez el mayor reto sea conseguir que las enfermedades tropicales desatendidas reciban la atención de los encargados de la formulación de políticas y que estos destinen los recursos necesarios a la financiación del desarrollo de nuevos tratamientos.  El reciente brote de ébola en África Occidental fue devastador y atrajo la mirada de muchos medios de comunicación, pero afectó a menos del 0,1% de la población.  Hasta la fecha, se ha prestado muy poca atención al hecho de que la mayoría de la población de los países afectados por el ébola padece al menos una enfermedad tropical desatendida como la esquistosomiasis, la anquilostomiasis y la ascariasis, o sufre de dengue.  Esta es una “verdad incómoda” ante la cual el mundo prefiere mirar a otro lado.

La escasa comprensión del vínculo existente entre las enfermedades tropicales desatendidas y las ENT como la diabetes, las enfermedades cardíacas pulmonares o el cáncer, que se están disparando en las economías emergentes, también entraña un riesgo para la financiación de la investigación farmacológica contra las enfermedades tropicales desatendidas.  Si bien es cierto que los cambios del modo de vida en las economías emergentes aumentan la prevalencia de las ENT, de hecho, muchas de estas afecciones son causadas por enfermedades tropicales desatendidas.  Por ejemplo, es el caso del vínculo entre la esquistosomiasis y las enfermedades renales descrito anteriormente, pero también el de la enfermedad de Chagas y las cardiopatías, de la paragonimiasis y las enfermedades pulmonares, de la clonorquiasis/opistorquiasis y el cáncer.  Y la lista no termina ahí.

La prevalencia de las enfermedades tropicales desatendidas se extiende por toda el África subsahariana pero, paradójicamente, la mayoría de estas dolencias se encuentran entre los pobres que viven en los países ricos, es decir, los miembros del G20 y Nigeria.  En los Estados Unidos, por ejemplo, se estima que más de 10 millones de personas que viven en la pobreza están afectadas por al menos una enfermedad tropical desatendida.  Del mismo modo que el VIH/SIDA, el paludismo y la tuberculosis, las enfermedades tropicales desatendidas afectan de forma desproporcionada a los pobres.  No cabe la menor duda de que la pobreza es un determinante fundamental de las enfermedades tropicales desatendidas, con independencia del país en el que se encuentren las personas afectadas, incluidos los países más acomodados.  Este es el fenómeno que yo denomino la salud del planeta azul (“blue marble health”).

Las poblaciones vulnerables que viven en los países afectados por este fenómeno (los del G20 y Nigeria) están siendo azotadas simultáneamente por dos grupos de dolencias:  las enfermedades tropicales desatendidas y las ENT.  De hecho, ya se están registrando nuevas comorbilidades.  En la India, por ejemplo, unas elevadas tasas de dengue superpuesto a la diabetes están produciendo un síndrome de comorbilidad excepcional que requiere de nuevos tratamientos.  Otro ejemplo lo encontramos en la combinación de la melioidosis y las ENT.

Este fenómeno tiene importantes implicaciones para las políticas.  La prevalencia de las enfermedades tropicales desatendidas en los países ricos implica que no se trata de un problema de falta de fondos sino de la asignación de recursos.  Esto significa que estos países van a tener que asumir una mayor responsabilidad en el apoyo al desarrollo de nuevos medicamentos contra las enfermedades tropicales desatendidas.  Ahí es donde se sitúa precisamente WIPO Re:Search, un catalizador de la investigación y el desarrollo de los medicamentos contra estas enfermedades que puede ayudar a cambiar las cosas.

¿Por qué los encargados de formular políticas deberían tomarse en serio este fenómeno?

Actualmente los gobiernos ya reconocen que la salud acarrea implicaciones de largo alcance para la economía y la seguridad.  El reciente brote de ébola desestabilizó sobremanera a numerosos gobiernos.  Por ello creo que, en última instancia, será el interés propio bien fundamentado el que hará que las enfermedades tropicales desatendidas figuren entre los objetivos políticos de los países.

No podemos esperar a que se produzcan epidemias catastróficas para empezar a crear vacunas.  Debemos adelantarnos a las amenazas.  Si hubiésemos dispuesto antes de una vacuna contra el ébola, habríamos podido evitar miles de muertes.

¿Por qué se demoró la producción de la vacuna contra el ébola?

Se demoró porque la vacuna se desarrolló utilizando un modelo obsoleto de desarrollo de fármacos. Los primeros artículos sobre la vacuna contra el ébola se publicaron en 2003, pero la tecnología no avanzó porque el modelo comercial es disfuncional. Habitualmente, los científicos hacen un descubrimiento y le conceden una licencia a una gran empresa farmacéutica para que produzca el medicamento. El problema es que la empresa lo hace únicamente si encuentra un mercado viable para su producto. Solo se pudo producir la vacuna cuando el Gobierno de los Estados Unidos puso a disposición los fondos necesarios para acelerar el desarrollo de la vacuna contra el ébola por medio de la Autoridad para el Desarrollo e Investigación Biomédica Avanzada (BARDA, por sus siglas en inglés), lo que se hizo en un tiempo récord.

Tenemos que plantearnos de modo distinto la puesta a punto de los fármacos.  Las empresas farmacéuticas siempre tendrán un papel primordial que desempeñar, pues cuentan con una abundante experiencia técnica y una acreditada trayectoria en cuanto a los resultados.  Siempre las necesitaremos.  Pero también tenemos que empezar a barajar la posibilidad de ampliar el campo de acción.  Debemos involucrar a nuevos actores, como las asociaciones no lucrativas para el desarrollo de productos y las empresas farmacéuticas de los países en desarrollo, para que contribuyan a hacer avanzar la innovación médica y aumentar el acceso mundial a la atención sanitaria.

Las enfermedades tropicales desatendidas, de las que forman parte como mínimo 17 infecciones parasitarias crónicas y conexas, como la elefantiasis (izquierda) y la oncocercosis (arriba) son enfermedades de la pobreza, del estigma social y de los conflictos.  Casi todas las personas que viven en la pobreza padecen al menos de una de ellas (photo: Sabin Vaccine Institute/Olivier Asselin).

¿Qué papel desempeñan las asociaciones no lucrativas para el desarrollo de productos?

Estas asociaciones empezaron a surgir a finales de la década de 1990 para desarrollar productos contra enfermedades que afectaban a las personas en situación de extrema pobreza.  Las asociaciones no lucrativas para el desarrollo de productos utilizan los enfoques y las prácticas del sector privado, pero funcionan como organizaciones sin ánimo de lucro y han conseguido desarrollar exitosos métodos innovadores para descubrir principios activos y programas de desarrollo de productos.

En el año 2000, en el seno del Instituto de Vacunas Sabin creé una asociación no lucrativa para el desarrollo de productos con miras a elaborar la primera vacuna contra la anquilostomiasis humana, que actualmente se encuentra en fase de pruebas clínicas.  En la actualidad, el Instituto Sabin está desarrollando una cartera de vacunas contra la esquistosomiasis, la oncocercosis, la enfermedad de Chagas y la leishmaniasis, entre otras enfermedades (www.sabin.org/programs/vaccine-development).

Las asociaciones no lucrativas para el desarrollo de productos pueden elaborar las tecnologías necesarias para combatir las enfermedades tropicales desatendidas y dar una respuesta anticipada a las necesidades de salud pública, en lugar de tener que esperar a que se pongan en marcha las fuerzas del mercado.  Si se apoya a estas asociaciones y las alianzas entre el sector público y el privado, como WIPO Re:Search, existe la posibilidad de prever y gestionar mejor las necesidades de salud mundial.

¿Qué papel desempeña en ello la iniciativa WIPO Re:Search?

Desde sus inicios en 2011, WIPO Re:Search ha cosechado importantes éxitos.  En particular, ha demostrado que la propiedad intelectual no constituye un escollo para las etapas iniciales de la investigación sobre las enfermedades tropicales desatendidas.  Desde su creación, BIO Ventures for Global Health (BvGH), el organismo encargado de administrar el programa WIPO Re:Search, ha facilitado más de 100 colaboraciones de investigación entre los miembros de WIPO Re:Search, entre los que se cuentan muchas de las principales empresas farmacéuticas e institutos de investigación del mundo.

El tipo de colaboración internacional entre científicos que fomenta activamente WIPO Re:Search es un elemento crucial para crear capacidades a escala mundial con miras a desarrollar fármacos, medios de diagnóstico y vacunas.  De hecho, la forma en que colaboramos y desarrollamos científicamente nuevas vacunas contra la pobreza tiene tanta importancia como las propias vacunas.  Apoyar el desarrollo de nuevos productos para combatir las enfermedades tropicales desatendidas en los países endémicos ayuda a garantizar su disponibilidad para otras personas que puedan necesitarlos en cualquier otro rincón del mundo.

La OMPI goza de una poderosa capacidad de convocatoria y puede atraer actores clave a la mesa en la que se definen las políticas necesarias para fomentar la innovación en el campo de las enfermedades tropicales desatendidas.  WIPO Re:Search aporta una valiosa contribución a la preparación en el ámbito de la salud pública mundial al ayudar a crear – en colaboración con sus interlocutores, pues de poco sirve trabajar en compartimentos aislados – una cantera de investigación y desarrollo en el campo de las enfermedades tropicales desatendidas.  WIPO Re:Search ya está demostrando su capacidad de contribuir a alimentar esa cantera de asociaciones no lucrativas para el desarrollo de productos catalizando el descubrimiento y la identificación de nuevos principios activos gracias a su red mundial, que cada vez es mayor.

Me gustaría que WIPO Re:Search se centrara también en encontrar la manera de apoyar la creación de fondos para tecnologías innovadoras como el fondo del Japón Global Health Innovative Technology (GHIT, por sus siglas en inglés).  Mediante este fondo, creado en 2003, se fomentan las asociaciones internacionales que utilizan la tecnología y la experiencia técnica japonesas con el fin de reducir las repercusiones de las enfermedades infecciosas.  Este tipo de modelos de financiación innovadora son fundamentales para generar los fondos que necesitamos para atajar estas perniciosas enfermedades.

La cruda realidad es que actualmente nos enfrentamos a una crisis de innovación, ya que no se está produciendo el nivel de innovación que necesitamos para combatir las enfermedades tropicales desatendidas.  Así pues, vamos a tener que pensar de forma creativa y encontrar formas alternativas de estimular el desarrollo de tecnologías nuevas y mejores.  Está claro que es ahí donde WIPO Re:Search tiene un papel importante que desempeñar.

¿El sistema de P.I. puede ayudar a impulsar las tecnologías de lucha contra la pobreza?

La protección de las patentes es un ejercicio difícil y costoso que requiere mucha mano de obra, especialmente cuando se trata de las enfermedades relacionadas con la pobreza.  Por ende, resultaría muy útil que los sistemas para la obtención de protección por patente fueran más baratos y fáciles de utilizar.

Imaginemos que tengo centenares de miles de dólares.  No me interesa gastarlos en solicitudes de patentes en el extranjero.  Me conviene usarlos para contratar a científicos y comprar el equipamiento para fabricar y probar vacunas.  Por ello, creo que debemos estudiar el costo de las patentes.  También creo que a veces las organizaciones invierten excesivamente en la propiedad intelectual, sin ser necesario.  En el Instituto Sabin, por ejemplo, nos limitamos a publicar nuestros resultados en forma de proceso abierto de revisión por pares.  Así cortamos de raíz la posibilidad de que alguien bloquee nuestra investigación.  Bien es verdad que con ello no obtenemos el mismo nivel de protección que con una patente, pero es una estrategia de defensa útil y barata.

De cara al futuro, sí es cierto que tendremos que hacer gala de inteligencia para generar ingresos a partir de nuestra capacidad técnica de crear productos médicos.  La verdad es que nuestra capacidad técnica de crear tecnologías médicas ha avanzado mucho más rápidamente que las innovaciones sociales, políticas y financieras disponibles para hacer que esos productos sean útiles.  Por eso necesitamos tanta innovación en el campo de la economía y las ciencias sociales y políticas como en el campo de las ciencias biológicas y físicas.  Ahí es donde una organización como la OMPI tiene una ventaja comparativa, porque cuenta con la experiencia necesaria en este tipo de innovación social.

El propósito de OMPI Revista es fomentar los conocimientos del público respecto de la propiedad intelectual y la labor que realiza la OMPI, y no constituye un documento oficial de la Organización. Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no entrañan, de parte de la OMPI, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los países, territorios o zonas citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites. La presente publicación no refleja el punto de vista de los Estados miembros ni el de la Secretaría de la OMPI. Cualquier mención de empresas o productos concretos no implica en ningún caso que la OMPI los apruebe o recomiende con respecto a otros de naturaleza similar que no se mencionen.