Por Ed Harris, OMPI. Fecha de publicación: 3 de enero de 2014
DAKAR (Senegal) – Alouis Sarr era un joven pastor de 15 años que vivía en el campo senegalés cuando notó los primeros síntomas de una enfermedad que le atormentaría el resto de su vida: la aparición en los dedos de las manos de llagas que supuraban.
Décadas más tarde, el Sr. Sarr pide limosna en las calles de la capital, Dakar, donde gente caritativa deposita el dinero a su lado para evitar tocarle las manos, deformadas tras décadas de lepra. Mientras la ciudad bulle a su alrededor, el Sr. Sarr sueña con una vida más bucólica entre niños, aun cuando sigue habiendo fuertes tabús contra quienes sufren de lepra en las zonas rurales de África Occidental.
“En mi aldea, el único trabajo que hay es en el campo, pero ahora me es imposible dedicarme a eso”, afirma el Sr. Sarr, que dice tener cerca de 70 años de edad. “Sin embargo, me gustaría volver a casa y ocuparme de los niños de la familia.”
El Sr. Sarr no es el único que ha visto alterados sus sueños, su cuerpo y su vida por enfermedades prevenibles o tratables. Alrededor de 1.000 millones de personas de todo el mundo sufren alguna de las 17 enfermedades tropicales desatendidas con arreglo a la clasificación de la Organización Mundial de la Salud, entre las que figuran la lepra, la enfermedad de Chagas, la ceguera de los ríos, la rabia, el gusano de Guinea y la enfermedad del sueño.
“Enfermedades de la pobreza”
Estas enfermedades tropicales desatendidas se encuentran sobre todo en países de ingresos bajos y quienes las padecen son con frecuencia los miembros más vulnerables de la población: personas que viven en zonas rurales y lejanas o en barrios marginales urbanos. De hecho, la OMS califica a dichas enfermedades de “enfermedades de la pobreza”.
Sin embargo, esas enfermedades, junto con el paludismo y la tuberculosis, no solamente afectan a las personas en tanto que individuos. Asimismo, frenan el desarrollo saludable de comunidades enteras, en las que los esfuerzos humanos y los escasos recursos existentes se desvían para prestar atención a los enfermos en lugar de dedicarse a iniciativas que den lugar al crecimiento económico como la escolarización o la formación profesional.
Desarrollo de nuevos productos
Por ese motivo la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), junto con la organización BIO Ventures for Global Health (BVGH), radicada en Seattle (EE.UU.), ha puesto en marcha WIPO Re:Search un programa que estimula el desarrollo de nuevos productos para combatir enfermedades tropicales desatendidas, el paludismo y la tuberculosis.
WIPO Re:Search tiene ya una existencia de dos años y agrupa a docenas de asociados activos en los cinco continentes, entre los que figuran algunas de las empresas farmacéuticas más grandes del mundo así como instituciones de investigación de países endémicos, todas ellas con el mismo objetivo: contribuir a que las enfermedades tropicales dejen de estar “desatendidas”.
Este programa singular aúna recursos públicos y privados, junto con investigadores de todo el mundo, que trabajan para hallar nuevos diagnósticos, tratamientos y vacunas para esas enfermedades. Cabe destacar que los nuevos productos que lleguen en último término al mercado por medio de dicho programa deberán venderse libres de regalías en los países menos adelantados.
Intercambiar conocimientos técnicos
WIPO Re:Search ya ha negociado cerca de 40 acuerdos. En el marco de esa iniciativa, los centros de investigación africanos proporcionan muestras desde el terreno a algunos de los laboratorios médicos más conocidos del mundo. Las empresas farmacéuticas están compartiendo los compuestos y conocimientos especializados de que ya disponen y que podrían asimismo ser útiles para el tratamiento de enfermedades tropicales desatendidas, el paludismo y la tuberculosis.
Cuatro científicos africanos ya han comenzado a participar en programas de formación de varios meses de duración en el extranjero, gracias a una beca ofrecida por el Gobierno de Australia.
En los años venideros, WIPO Re:Search espera seguir incorporando nuevos asociados para ampliar sus posibilidades, a la vez que se dedicará con mayor ahínco a aunar los esfuerzos de los miembros existentes en nuevas y fructíferas colaboraciones.
Desafíos enormes
Con todo, los desafíos son enormes. En 2010, el paludismo ocasionó la muerte de 660.000 personas, niños africanos principalmente, según la OMS. El parásito del paludismo, transmitido por picaduras de mosquito, ocasiona dolores de cabeza, fiebre, temblores y vómitos. A pesar de que se dispone de varios medicamentos preventivos y tratamientos eficaces para combatirlo, el parásito evoluciona por lo que es necesario llevar a cabo constantemente nuevas intervenciones de signo distinto.
En el peor de los casos, el paludismo ocasiona la muerte, especialmente entre la población infantil. En el caso de quienes tienen la buena fortuna de sobrevivir –en 2010 hubo 219 millones de casos de paludismo, según la OMS– los episodios recurrentes de la enfermedad hacen difícil que quienes la padecen puedan trabajar y su tratamiento es costoso para las personas con recursos limitados.
En los últimos años, el Senegal ha puesto en marcha una campaña de prevención masiva, facilitando el acceso a mosquiteros tratados con insecticida, lo que ha dado lugar a una disminución drástica de las tasas de mortalidad causada por el paludismo.
Según El-Hadj Fall, que vende mosquiteros en un mercado de Dakar, la clave para poner freno al paludismo es evitar las picaduras de los insectos. Este hombre de 40 años de edad, padre de cinco niñas, que ha padecido el paludismo en varias ocasiones, afirma que todo el mundo debería dormir bajo un mosquitero.
La prevención
Sin embargo, el Sr. Fall dice que muchas personas piensan que la red dificulta el movimiento de aire fresco. Además, en un país pobre en el que las camas compartidas por muchas personas son una realidad diaria, con frecuencia los mosquitos entran y salen del espacio protegido a la vez que lo hacen las personas al entrar y salir de la cama en distintos momentos.
“Existen dos niveles de control del paludismo: la prevención, por ejemplo, mediante los mosquiteros”, afirma el Sr. Fall, al señalar unas redes de color pastel que se balancean en la brisa del mediodía, y que cuestan de 4 a 5 euros cada una. “Sin embargo, en otro nivel está la medicina”, afirma. “Necesitamos sin duda una vacuna.”