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Harry Potter y la bonanza de la propiedad intelectual

Septiembre de 2007

Cuando esta edición de la Revista de la OMPI empezó a tomar forma, la fiebre de Harry Potter ya se había extendido por el planeta a causa de la publicación del séptimo y último libro de las muy populares aventuras del joven brujo. Cuando dieron las doce de la noche del 21 de julio, fecha de la publicación de Harry Potter and the Deathly Hallows, multitudes de siluetas ataviadas de capas negras esperaban impacientes ante las librerías de Londres a Hong Kong. El destino del joven Harry, personaje con el que ha crecido un número incalculable de niños desde su aparición hace nueve años, había sido un secreto celosamente guardado por la autora, J. K. Rowling y sus editores. El suspense era hechizante.

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De los derechos a la riqueza

El éxito de sus obras creativas ha proporcionado suficiente dinero a J. K. Rowling para llenar hasta el techo los subterráneos del Banco Gringotts. Además, ha generado enormes ingresos para los titulares de licencias y derechos en todas las industrias relacionadas con los derechos de autor. Las cifras son apabullantes:

  • De los seis primeros libros, se vendieron 325 millones de ejemplares en todo el mundo. El séptimo ha marcado historia en el mundo editorial del Reino Unido con 2,6 millones de ejemplares vendidos en las 24 horas siguientes a la publicación por la editorial Bloomsbury. Las ventas del primer día en los Estados Unidos excedieron los 8,3 millones de ejemplares. Según el editor estadounidense Scholastic, en un año de aparición de un Harry Potter, las ventas de ese libro representan el 8 por ciento de los ingresos de la empresa. Se ha traducido a más de 65 idiomas, incluidos el islandés, swahili, serbio y griego antiguo.>
  • Las cinco adaptaciones cinematográficas de Hollywood han recaudado alrededor de 4 mil millones de dólares en venta de entradas para la Warner Bros., titular de los derechos sobre la película, y han consagrado a la fama a una generación de jóvenes actores. La primera película, Harry Potter y la piedra filosofal, ocupó el cuarto lugar en la lista de películas más taquilleras de todos los tiempos a nivel mundial. Cuando la cadena de televisión ABC emitió “Harry Potter y la piedra filosofal” en abril de este año, la vieron aproximadamente 4,2 millones de espectadores en los Estados Unidos. La evocadora música de la banda sonora de las cuatro primeras películas, compuesta por John Williams, vendió más de 1,1 millón de copias en los Estados Unidos.
  • La Warner Bros. también es titular de los derechos sobre la venta de artículos con las marcas de Harry Potter en todo el mundo, esto es, reproducciones de los personajes, la banda sonora y otros productos. La empresa repartió los derechos entre sus licenciatarios para su uso en alrededor de 400 productos diferentes, reforzando así la marca entre todos: Toymakers Hasbro, por ejemplo, tiene licencia para distribuir caramelos de Harry Potter –como los Cucuruchos de cucarachas, las Ranas de chocolate y las Abejas efervescentes–, en los que los consumidores se han gastado más de 11,8 millones de dólares desde 2001. Mattel adquirió el derecho de fabricar figuras de acción, juegos y puzzles de Harry Potter, y sus acciones subieron en un 13,5 por ciento. Electronic Arts consiguió los derechos para fabricar juegos de vídeo y ordenador de Harry Potter; y Coca Cola se hizo con los derechos de comercialización de la película y sus productos. Los cálculos del valor total de la marca de Harry Potter oscilan entre los 4 mil millones de dólares y el doble de esta cantidad.

Defensa contra las artes oscuras

Sin embargo, el éxito atrae a usuarios que quieren aprovecharse –o servirse ellos mismos– de la producción creativa ajena sin contrapartida. Los abogados de J. K. Rowling no han tenido un momento de respiro defendiendo sus derechos de autor de los infractores.

Las infracciones han adoptado más formas distintas que los camaleónicos boggarts de Rowling. Se han cargado en Internet copias enteras escaneadas de los libros, que se han distribuido a través de la Red. Este año, J. K. Rowling ha denunciado a varios usuarios del sitio Web de subastas e-Bay por estar vendiendo copias electrónicas ilícitas de su obra.

En la India, los libreros autorizados tuvieron que lamentar la proliferación de copias impresas piratas en las calles de Mumbai y Bangalore, a pesar de las intervenciones concertadas de la policía y los servicios de vigilancia. “Calculamos que se ha perdido un 50 por ciento de las ventas a causa de la piratería”, declaró Himali Sodhi, Director de marketing de Penguin India, al Asia Times Online. Akaash Chittranshe, de ACA->Law, empresa situada en Nueva Delhi, añadió con una sonrisa: “Algunos libros pirateados estaban impresos en un papel tan barato que se deshacían si les caía alguna gota de agua”.

En China, las versiones infractoras de los libros formaron una liga independiente. Desde 2002, todo tipo de falsificaciones –que llevaban el nombre, la foto e incluso las menciones de reserva del derecho de J. K. Rowling, empezaron a “aparecerse” en las librerías con títulos tan fantásticos como “Harry Potter y el gran embudo” o “Harry Potter y el Dragón Leopardo”. A los lectores de este último libro les decepcionó bastante ver a su héroe preocupándose más por su higiene personal que de luchar contra el Señor del Mal, (“Harry se limpia los restos pringosos de pastel de la cara… Ningún joven civilizado puede permitirse que alguna parte de su cuerpo esté sucia”); antes de verse teletransportados a la obra de J. R. Tolkien, “El Hobbit”, con los nombres sustituidos por los de los personajes de Harry Potter. Gracias a la rápida reacción de los abogados de J. K. Rowling, el libro infractor se retiró y se impuso una multa a la editorial, situada en Chengdu, que tuvo que presentar disculpas.

La policía detuvo a un adolescente francés en agosto del año pasado, que había traducido las 759 páginas del último libro unos días después de su aparición y lo había publicado en Internet. Al parecer, al no haber obtenido beneficio comercial, se le liberó sin cargos, pero habiendo aprendido una dura lección sobre derechos de autor.

Parodia y plagio

Los libros han dado lugar a toda una gama de otro tipo de obras e imitaciones derivadas ilegítimas. En Rusia, los libros de Tanya Grotter, escritos por el autor ruso Dmitry Yemets, en los que un mago adolescente con gafas redondas va a la escuela de hechiceros Abracadabra, han conquistado a un público fiel. En 2003, J. K. Rowling y sus editores emprendieron con buenos resultados una acción judicial ante los tribunales holandeses para prevenir la distribución fuera de Rusia de una traducción en neerlandés de “Tanya Grotter y el contrabajo mágico”. Los tribunales holandeses no admitieron los argumentos presentados por el Sr. Yemets y sus editores de Moscú, que pretendían que los libros constituían una parodia, permitida en virtud de las exenciones al derecho de autor. Sin embargo, varias parodias de Harry Potter están actualmente en circulación y sus autores no han recibido ningún mandamiento judicial, como el “Barry Trotter y la parodia desvergonzada” de Michael Gerber, del que se han vendido más de 700.000 copias.

Su talento creativo ha convertido a J. K. Rowling en una de las mujeres más ricas del mundo. No obstante, ha sido el sistema internacional de derechos de P.I. el que le ha permitido introducir esta creatividad en las redes mundiales editorial y del espectáculo, lo que la ha llevado de la pobreza a la abundancia. Harry Potter no es sólo un cuento para niños. Es una historia llena de magia sobre los poderes de transformación de la creatividad y la propiedad intelectual.

¿Magia muggle en el PCT??

“Toda tecnología suficientemente avanzada no se puede distinguir de la magia” – Arthur C. Clarke (1961), novelista de ciencia ficción.

“Primera demostración de una capa que realmente vuelve invisible”, rezaba el título de un artículo de prensa publicado el año pasado por la Universidad de Duke, Carolina del Norte. Los descubrimientos que publicaron los investigadores del departamento de ingeniería eléctrica e informática en la revista Science parecían anunciar una fantasía hecha realidad.

El dispositivo funciona desviando luz de microondas alrededor de un objeto con una distorsión tan leve que al observador casi le parece que el objeto ha desaparecido. “El movimiento de las ondas es parecido al agua de un río que fluye alrededor de una roca lisa”, explicó el diseñador del aparato, David Schurig. Los investigadores crearon la capa usando “metamateriales” –compuestos artificiales que pueden interactuar con la luz y otras ondas electromagnéticas de manera distinta que los materiales naturales– , que se dispusieron en círculos concéntricos siguiendo un orden concreto, lo cual confiere unas propiedades electromagnéticas específicas. David Shurig figura como coinventor en las solicitudes de patente presentadas en virtud del PCT, incluida la patente publicada con el número WO/2006/023195 para “metamateriales”.

Desafortunadamente para los futuros magos que se encuentran entre nosotros, aún queda un largo camino por recorrer. El dispositivo no puede esconder un objeto del ojo humano, como explica la publicación New Scientist, sino sólo de los “ojos” de un detector de microondas. Además, por el momento, sólo funciona en dos dimensiones. Inasequible al desaliento, el equipo ya está trabajando en una versión en 3D.

Elizabeth March, Redacción, Revista de la OMPI, Communications and Public Outreach Division.

El propósito de OMPI Revista es fomentar los conocimientos del público respecto de la propiedad intelectual y la labor que realiza la OMPI, y no constituye un documento oficial de la Organización. Las denominaciones empleadas en esta publicación y la forma en que aparecen presentados los datos que contiene no entrañan, de parte de la OMPI, juicio alguno sobre la condición jurídica de ninguno de los países, territorios o zonas citados o de sus autoridades, ni respecto de la delimitación de sus fronteras o límites. La presente publicación no refleja el punto de vista de los Estados miembros ni el de la Secretaría de la OMPI. Cualquier mención de empresas o productos concretos no implica en ningún caso que la OMPI los apruebe o recomiende con respecto a otros de naturaleza similar que no se mencionen.