Introducción
En los últimos años, el sistema de patentes ha alcanzado niveles de uso mucho más altos de lo que podría haberse imaginado tan sólo un decenio atrás. El número de solicitudes de patentes nunca ha sido tan elevado, y ha quedado demostrado que las patentes han favorecido el desarrollo de un abanico cada vez más amplio de tecnologías. Sin embargo, este gran éxito no trajo aparejada una sensación generalizada de satisfacción, ni en el círculo inmediato de administradores y usuarios del sistema de patentes, ni entre aquellos que el sistema debía beneficiar en la sociedad en general. Hoy en día, el sistema se enfrenta con dos desafíos: uno interno, relativo al funcionamiento del propio sistema, y otro externo, relativo a la función política y a la incidencia económica y social del sistema de patentes.
En el segundo caso, esto es, en el plano más amplio del debate público, la percepción general del sistema de patentes está marcada por la aprehensión y el descontento. Tras un largo período de relativa oscuridad, cuando de hecho despertaba inquietud que el sistema de patentes se conociera tan poco, la opinión pública comenzó recientemente a prestarle atención, y no por la contribución del sistema de patentes a la creación y difusión de nuevas tecnologías, sino principalmente por los supuestos efectos negativos del sistema. Por ejemplo, se ha desatado una controversia sobre la posibilidad de que las patentes mermen la capacidad de los gobiernos de atender ciertas cuestiones de política; también causan preocupación el hecho de que se conceda protección por patente a algunas formas nuevas de tecnología, especialmente la biotecnología, y la concesión de patentes que no son válidas y pueden limitar de forma injusta el dominio público y la competencia.
En este contexto, una mejor comprensión de las funciones del sistema de patentes y de las preocupaciones a las que ha dado lugar podría contribuir a los debates actuales.