Un trozo de tela se convierte en un teclado de computadora (Fotografía: Intelligent Textiles)
Con la miniaturización creciente de la electrónica, la posibilidad de crear tejidos electrónicos ha llamado poderosamente la atención en el mundo entero. Se han registrado avances alentadores en este ámbito pero una de las principales dificultades a las que se enfrentan los investigadores es mantener la flexibilidad de los tejidos y al mismo tiempo incorporar en ellos componentes electrónicos. Todo un nuevo mundo de “textiles inteligentes” se abrió cuando dos universitarios, el Dr. Stanley Swallow y Asha Peta Thompson crearon un procedimiento para entretejer circuitos electrónicos complejos en tejidos conductores como el algodón, la lana y el poliéster. Esta invención ofrece toda una serie de posibilidades gracias a la integración de tecnologías complejas en los textiles de uso especial o de uso cotidiano.
Esta innovación fue creada en la Univesidad Brunel al oeste de Londres. Stanley era profesor y Asha era investigadora en Brunel. Trabajaron juntos para investigar y desarrollar productos para personas discapacitadas en el “Design for Life Center” de la Universidad. Stanley combinó sus competencias en electrónica con las competencias de Asha para tejer telas y punto con el fin de elaborar tejidos con sensores, inicialmente concebidos para que las personas que sufren de parálisis cerebral espástica puedan utilizar las computadoras.
En tanto que las tecnologías previas suponen la fusión de múltiples capas de tejido, la invención de Stanley y Asha se presenta como un trozo de tela plano similar a cualquier otro. Elaborado con fibras conductoras y conectadas a una fuente de energía, como una batería, el tejido puede incorporar, por ejemplo, elementos calefactores para calentar un guante o sensores que responden a la presión y transforman un trozo de tela en un teclado de computadora.
Tras la creación del tejido sensorial, la Universidad procedió a patentar dicho producto en el Reino Unido. La política en materia de propiedad intelectual (P.I.) de la Universidad prevé que ésta sea la titular de los derechos que la patente de invención confiere y no los inventores. Sin embargo, éstos participaron en el proceso de patentamiento. A pesar de que Brunel puso a su disposición a un abogado de patentes, los inventores dedicaron unos seis meses a redactar una solicitud de patente de 30 páginas, llevaron a cabo su propia búsqueda de novedades para ver si existían patentes con las que pudieran entrar en conflicto, además de investigar el mercado de proveedores profesionales, y consultaron abogados de patentes externos con el fin de asegurarse de que estaban recibiendo los mejores consejos del especialista de la Universidad.
Después de varios años de trabajo en el Design for Life Center, Asha y Stanley concluyeron unánimemente que habían agotado sus posibilidades de investigación en el contexto universitario y decidieron crear una empresa independiente dedicada a su producto. Estimaron que a pesar de que la Universidad podía seguir ofreciendo oportunidades para la investigación y el desarrollo en otros ámbitos, el potencial de su tecnología sería probablemente demasiado importante para la capacidad de gestión de la institución. Por lo tanto, necesitaban comercializar rápidamente su producto. Al mismo tiempo, estaban conscientes de que tenían que adquirir los derechos de P.I. del producto para continuar con el desarrollo del mismo. Tras una larga negociación con Brunel, los inventores lograron convencer a la Universidad de que ésta les vendiera los derechos de la patente. En el año 2000, Asha y Stanley compraron los derechos de la patente, dejando vacías sus cuentas de ahorros y pidiendo préstamos a familiares y amigos.
Cuando los inventores fundaron una empresa en el año 2002, comenzaron a buscar un nombre para la misma asegurándose de que éste fuera único y de que estuviera disponible. Después de realizar búsquedas detalladas, registraron el nombre “Intelligent Textiles Limited (ITL)” como nombre de la empresa. Asimismo, registraron el nombre como marca para garantizar la propiedad del mismo.
Sensores de presión incorporados en el revestimiento de una silla de ruedas para evitar los dolores provocados por una fuerte presión (Fotografía: Intelligent Textiles)
Desde el principio, Asha y Stanley consideraron que la protección de sus derechos de P.I. era la base que permitiría del desarrollo de su empresa. Poco después de haber fundado ITL, iniciaron la búsqueda de un abogado de patentes y acabaron contratando al mismo agente que les había asignado la Universidad debido a su gran entusiasmo por la tecnología y su familiaridad con un amplio repertorio de industrias y de solicitudes de patente.
ITL decidió ampliar la cobertura de la patente presentando solicitudes en virtud del Tratado de Cooperación en materia de Patentes (PCT) y la Oficina Europea de Patentes (OEP). Asimismo, se presentaron solicitudes de patente en los Estados Unidos de América y el Canadá. En la actualidad, la empresa posee 17 patentes correspondientes a dos familias, además de algunas marcas. ITL ha destinado más de 100.000 libras esterlinas (185.000 dólares EE.UU.) a la solicitud y protección de derechos de P.I., sin contar con el costo inicial de la compra de la patente a la Universidad. Cada año la empresa sigue destinando 40.000 libras esterlinas (75.000 dólares EE.UU.) a cuestiones relacionadas con la P.I.
Asha y Stanley siguen haciendo gran parte del trabajo relacionado con la P.I. en la propia empresa para ahorrar dinero y porque prefieren estar muy al tanto de este aspecto fundamental de la empresa. Ellos redactan los documentos y el abogado de patentes los comprueba y presenta la solicitud. El mismo Stanley se encarga de consultar la base de datos de la OEP, utilizando palabras clave, nombres de inventores y nombres de empresas, con el fin de comprobar si se infringen las patentes de ITL, ver los movimientos de los competidores y buscar inspiración.
Intelligent Textiles lleva a cabo su actividad desde un estudio de dos piezas próximo a Londres en el que hay máquinas de coser sobre las mesas y un telar de madera en el rincón. Tres personas contratadas a tiempo parcial se ocupan de las tareas técnicas, administrativas y de ventas. Entre su puñado de clientes figura una empresa textil, que fabrica una chaqueta que incorpora la tecnología de Intelligent Textiles en la manga para controlar un reproductor de MP3. La tecnología también se emplea en una butaca que se reclina al apretar el posabrazos y en plantillas calefactoras para zapatos y botas de esquiar. Los fundadores también venden sus conocimientos técnicos a diversas industrias en Europa y los Estados Unidos de América a través de contratos de consultoría. Si bien el volumen de ventas es modesto, su potencial es importante.
Aunque ha habido inversores de capital–riesgo que les han ofrecido dinero para ampliar la empresa, Asha y Stanley han preferido mantenerla con un tamaño pequeño y aumentar las ventas de forma orgánica. Esto significa que subcontratan externamente todo lo que no tienen tiempo de hacer ellos mismos. Después de haber cortado, cosido y probado por ellos mismos las primeras 10.000 unidades, han subcontratado la fabricación a una firma inglesa.
La combinación de dos ámbitos distintos de especialización ha resultado positiva para Asha y Stanley. Su textil inteligente comenzó a utilizarse en productos de gran consumo (por ejemplo, en un reproductor de música incorporado en una prenda de vestir) y después se usó en el ámbito médico (un detector de polen para las personas alérgicas) y en textiles calefactores (guantes y plantillas para zapatos calefactores). Recientemente, el Ministro de la Defensa del Reino Unido otorgó a ITL una subvención para la investigación en materia de textiles para uso militar: una red personal, radios, etc., incorporados a la ropa.
La empresa de Asha y Stanley, a pesar de su modesto tamaño, ofrece una buena rentabilidad. La protección de su P.I. les da una ventaja cuando tratan con sus clientes: el hecho de haber solicitado la patente a través de la OEP les dio una ventaja inesperada durante las negociaciones con su primer cliente, Australian Wool Innovation. "Se declaró en términos inequívocos que si nuestra patente hubiera sido concedida únicamente por las autoridades australianas en lugar de la Oficina Europea de Patentes, no habría alcanzado tanto valor" dice Asha. El contrato resultante fue lo suficientemente sustancioso como para poder seguir financiando las actividades de desarrollo y devolver el dinero a familiares y amigos. Desde entonces, la empresa ha estado funcionando con flujo de caja.
Los inventores lograron conservar la posición de ITL en el mercado mediante una estrategia que les permitió ser los primeros en comercializar y una sólida gestión de su P.I. A medida que la empresa se desarrolla, la importancia de sus activos de P.I. es cada vez mayor: "Sin nuestras patentes", dice Asha "esta empresa probablemente no existiría".
Este estudio de caso se basa en información tomada de: