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Un pionero en el campo digital advierte de los peligros de la cultura de la «gratuidad» de los contenidos en Internet

Abril de 2016

Catherine Jewell, División de Comunicaciones de la OMPI

Jaron Lanier es una personalidad destacada de Silicon Valley, además de precursor en materia de realidad virtual y uno de los escritores más famosos del campo tecnológico. Su preocupación por la situación actual del mundo de Internet es cada vez mayor y nos explica los motivos para corregir el rumbo y la manera de lograrlo.

Jaron Lanier is a computer scientist, visual artist, composer of classical music and a celebrated technology writer.  He would like "to see more systems where ordinary people can get paid when they contribute value to digital networks." (Photo: © Doug Menuez, Stockland Martel)

¿Se ha beneficiado la cultura de la revolución digital?

En algunos aspectos se ha beneficiado y en otros se ha perjudicado. Es como preguntar si las cámaras son buenas para la cultura. La informática ha llegado a ser una obsesión en la cultura, que hoy en día simplemente es digital hasta unos niveles increíbles.

Pero ¿han tenido los recursos digitales un efecto positivo en la creatividad?

No sé si alguien tiene de verdad la perspectiva necesaria para saberlo con certeza. En mi libro Contra el rebaño digital: un manifiesto hice un experimento. Cuando estaba con otras personas y sonaba música, les preguntaba si podían decirme de qué década era lo que estaban escuchando. Me dejaba totalmente desconcertado el hecho de no podían diferenciar la presente década de la anterior; mientras que, incluso los jóvenes, distinguían muy bien todas las demás décadas. Es como si se hubiese producido algún tipo de inmovilidad cultural, pero es difícil decir si se debe a Internet.

Es una lástima, pero el mundo de la red se ha vuelto muy segmentado y estrecho de miras. Además está adquiriendo características que favorecen el aislamiento. Las plataformas de las redes sociales en Internet emplean algoritmos que nos transmiten información en la que, según sus cálculos, ya estamos interesados; de manera que es como si nos encontráramos encerrados en una habitación espejada y nuestra experiencia del mundo fuera cada vez más limitada.

Creo que están ocurriendo muchas cosas realmente interesantes e innovadoras, pero no estoy seguro de que el arte informatizado me haya conmovido tanto como algunas otras formas de arte. En cualquier caso todo es muy subjetivo.

¿Qué es lo que más le preocupa del mercado digital actual?

Ha habido una disminución brusca de las profesiones y oportunidades profesionales para quienes han dedicado su vida a la expresión cultural, pero creemos ilusamente que ello no ha ocurrido. Como los jugadores en un casino, muchos jóvenes creen que pueden ser ellos quienes lleguen a lo más alto de YouTube, Kickstarter o alguna otra plataforma. Pero estas oportunidades son escasas en comparación con los numerosos empleos que antiguamente tenía la clase media en el campo de la escritura, la fotografía, la grabación de música y muchas otras actividades creativas.

Desde el punto de vista económico, la revolución digital no ha sido muy buena. Analicemos, por ejemplo, el caso de los traductores profesionales. Sus oportunidades profesionales han ido disminuyendo al igual que las de los músicos que grababan discos, los periodistas, los escritores y los fotógrafos. La destrucción de su empleo comenzó con la expansión de Internet y continúa con rapidez. Es notable que para los traductores profesionales esta destrucción esté vinculada al aumento de las traducciones automáticas.

Las traducciones automáticas no son más que mashups[1] de traducciones auténticas. Todos los días extraemos y recopilamos millones de veces las traducciones hechas por personas reales a fin de mantener actualizadas unas bases de datos de referencia con actividades y jerga de último momento. Son los fragmentos de estas frases lo que luego se devuelve mecánicamente en forma de traducciones automáticas útiles. En principio, no hay nada que objetar a este sistema. Es útil, entonces ¿por qué no? El problema es que no pagamos un céntimo por las traducciones que se han utilizado para generar las traducciones automáticas. Hay quien podría considerarlo un fraude.

Todos estos sistemas que destruyen empleo crean la falsa impresión de que es la máquina la que hace el trabajo, cuando en realidad funcionan a partir de información generada por personas —que llamamos conjuntos extensos de datos (big data). Si encontráramos la manera de pagarles por su valiosa contribución real a esos grandes recursos informáticos, podríamos evitar las crisis de empleo que, de lo contrario, se producirán.

Usted afirma que la cultura gratuita es peligrosa. ¿Por qué?

Yo contribuí a defender que la música fuera gratuita, con la convicción de que redundaría en un beneficio para la cultura y los músicos, de manera que no es que me niegue a aceptar esta novedad. Contribuí a crearla. Y sí tiene otros buenos aspectos. En primer lugar, a la gente le gusta sentirse generosa y le gusta compartir y ser abierta. Esa predisposición es valiosa y la sociedad debe encontrar la manera de agradecerla. Pero tal como estamos haciendo las cosas todos nos ponemos al servicio de un diminuto puñado de grandes empresas tecnológicas, lo que sin duda es una gran tontería. Si un servicio en línea es gratis, no le quepa la menor duda de que se vale de un ardid para ganar dinero sometiendo a la gente a una manipulación subconsciente. Es extraño que haya tantos que no lo vean.

Una cosa que me irrita es la manera en que se pierde el contexto. Empiezas por descubrir novedades musicales o culturales de una manera muy precisa, pero los algoritmos toman el mando de tu rumbo. Si un algoritmo calcula que es probable que te guste una pieza musical, te la recomienda. De manera que el algoritmo es el amo y señor del contexto de la humanidad. Tiene tendencia a sacar a la cultura de su contexto y el contexto lo es todo. El resultado es que la estructura de la propia red se convierte en el contexto, en lugar de las personas reales y el mundo real. Esta cuestión es sumamente importante.

Una de las ideas originales de la cultura del mashup es que encuentras una pieza musical, alguien la recrea y acaba transformándose en un vídeo, luego otro hace una parodia de ese vídeo y todo se convierte en una gigantesca explosión de creatividad. Es algo genuino y genial a lo que todo el mundo puede contribuir. No quiero que esta cultura se pierda, pero hoy en día los autores de esta creación musical a la que llamamos mashup no reciben ningún beneficio; solo se benefician Facebook o Google o algún otro gigante empresarial, lo que en definitiva conduce a la increíble concentración de riqueza de la que somos testigos y en este proceso se deshumaniza a las personas que han participado.

Cuando ideábamos Internet, yo tenía la convicción de que al existir un sistema global de información la gente no podría negar cosas como el cambio climático, pero lo que vemos es exactamente lo contrario. Nuestros sistemas de información permiten que la gente viva en pequeñas burbujas y se desconecte de la realidad de una manera que no preveíamos. ¡Qué desilusión! Además esta desconexión tiene una repercusión negativa en el arte, la política, las ciencias, la economía y, a decir verdad, en todo.

“We have designed our information systems to flatter people,” says Jaron Lanier. “People take selfies and the immediate illusion is that it's about them. Yet people are losing ground everywhere and we are seeing an incredible concentration of wealth among a tiny elite. (photo: iStockphoto/Nicolas McComber)

¿Qué piensa de la «economía colaborativa»?

En los comienzos de Google, los intelectuales de Silicon Valley estaban fascinados por la cultura de los barrios marginales de todo el mundo y sus economías informales. Inspiraron la idea de una «economía colaborativa» en la que los situados en el centro de la red — gigantes como Facebook, Google y Uber— se vuelven sumamente ricos y poderosos, mientras que el resto tiene la sensación de que se beneficia de negociar entre sí. Pero la idea de que saldremos adelante con una economía colaborativa, en la que se espera que la gente corriente comparta lo que tiene mientras unas pocas empresas situadas en el centro son las que ganan todo el dinero, sencillamente no se sostiene.

Se presupone que en una economía formal que funciona correctamente los participantes pueden planificar su porvenir en lugar de vivir en la incertidumbre. Si te enfermas, tienes ahorros. Tu vida es en cierta medida predecible. Para que lo sea queremos poseer activos reales, como una casa o propiedad intelectual (P.I.). Es interesante contemplar la posibilidad de una economía realmente colaborativa que sea inclusiva, pero no es para nada de lo que estamos hablando.

Entonces ¿qué debe hacerse para garantizar una economía digital sostenible?

El punto de partida evidente es pagar a la gente por la información valiosa que ha generado. Y no digo que yo tenga todas las respuestas, pero lo fundamental es sencillo y estoy seguro de que puede llevarse a la práctica.

Una forma de sistema socialista impuesto en el que todos fueran iguales sería ruinoso. Es deseable que haya cierto grado de variación. Pero en este momento, un puñado de personas —los herederos de monopolios tradicionales como los petroleros y las grandes redes informáticas que cada vez son más poderosas— poseen una inmensa porción de la riqueza mundial, lo que tiene un efecto desestabilizador. Además, si bien un monopolio petrolero puede controlar el petróleo, no toma las riendas de toda tu vida, mientras que la información sí lo hace y, sobre todo, con mayor autonomía.

Si esperamos que los sistemas informáticos dirijan coches y hagan funcionar fábricas, el empleo que queda debe ser creativo, de expresión, intelectual... Pero si lo socavamos, estamos generando una crisis de empleo de enormes proporciones.

Y es ahí donde interviene la P.I. El principio general de pagar a las personas por su información y sus contribuciones es fundamental si queremos que tengan una vida digna hasta que las máquinas mejoren.

Pero la P.I. debe ser mucho más compleja y detallada. Debe ser algo que beneficie a todos y ser tan corriente como llevar dinero en el bolsillo.

Es la única posibilidad de garantizar la dignidad de las personas mientras se mejoran las máquinas.

¿Cómo le gustaría que evolucionara el panorama digital?

Me gustaría que hubiera más sistemas que permitieran a la gente corriente obtener una recompensa económica por el valor de su contribución a las redes digitales; sistemas que mejoraran su vida y expandieran la economía global.

La estabilidad económica se produce cuando la curva de la riqueza tiene la forma de una campana, es decir, cuando hay unos pocos sumamente ricos y unos pocos pobres, pero la mayoría tiene algún grado medio de riqueza. En este momento nos encontramos en una situación que favorece a los ganadores, en la que a unos pocos les va muy bien, pero el resto integra un mar de aspirantes que nunca logran por completo el éxito. No es una situación sostenible.

Usted apoya la conferencia de la OMPI titulada El mercado mundial de contenidos digitales. ¿De qué se trata?

La P.I. es un asunto crucial a tener en cuenta al idear un futuro digno para la humanidad. No todos pueden ser un Zuckerberg o dirigir una empresa tecnológica, pero todos podrían beneficiarse de la P.I., o por lo menos una masa crucial de gente.

La P.I. ofrece un camino hacia el futuro que brindará dignidad y sustento a un gran número de personas. Es la mejor manera de abordar la cuestión.

¿Quiénes son sus ídolos y por qué?

Hay muchos, pero entre ellos están:

  • M. Keynes, que fue la primera persona en pensar en la manera de gestionar realmente un sistema de información.
  • M. Forster por La Máquina se detiene, publicado en 1907, que prevé nuestro error con una visión muy crítica.
  • Alan Turing, quien no perdió su amabilidad ni siquiera mientras estuvo sometido a la tortura.
  • Mary Shelley, una observadora aguda de la gente y de la manera en que la técnica las confunde.

Y mi amigo Ted Nelson. Inventó el enlace a los medios digitales y tal vez haya sido la figura más influyente en el desarrollo de la cultura en Internet. Propuso que en lugar de copiar de los medios digitales deberíamos guardar un ejemplar de cada expresión cultural y pagar a su autor una cantidad asequible cada vez que accedemos a ella. De esta manera, todos podrían vivir de su trabajo creativo.

¿De qué trata su próximo libro?

Dawn of the New Everything: First Encounters with Reality and Virtual Reality («El amanecer del todo nuevo: primer encuentro entre la realidad y la realidad virtual») son mis memorias, además de una introducción a la realidad virtual. Pronto estará a la venta.

Leyendas:

«Hemos creado los sistemas de información para halagar a la gente», declara Jaron Lanier. «La gente se saca una autofoto (selfie) e inmediatamente tiene la falsa impresión de que es importante. Sin embargo, está perdiendo terreno por todas partes y vemos una increíble concentración de la riqueza en una pequeñísima minoría selecta. El narcisismo tiene una capacidad extraordinaria de crear las fantasías más obstinadas.»

Jaron Lanier es especialista en informática, artista virtual y compositor de música clásica, además de un famoso escritor tecnológico. Se muestra muy receloso ante el singular rumbo que está tomando el mundo debido a que «todos nos ponemos al servicio de un diminuto puñado de grandes empresas tecnológicas».

Hanging quote: «La P.I. es un asunto crucial a tener en cuenta al idear un futuro digno para las personas.»

Photo credit:

p 2 – © Doug Menuez, Stockland Martel

  1. foto 4: iStockphoto/Nicolas McComber

 

[1] N. del T.: término de la jerga informática que se refiere a la recopilación, integración y reorganización de datos de diversas fuentes para un nuevo uso.

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